Desciende esa pálida luna
por el universo curvilíneo de tu espalda buscando circundar la redondez
planetaria de los glúteos, para adentrarse después por cálidas hendiduras en
busca de abismos intangibles, donde se encenderá -al fin-, voluptuosa, su
extraña e inso(a)ciable cara oculta.
A partir de ese mágico momento, veremos cada mes aparecer en el cielo dos lunas
llenas, una por cada cara, que se alternarán entre los cuartos. Y entonces, la
cara pálida y fría, la de todos los plenilunios, sentirá enormes celos azules
de la otra porque, cual bella durmiente, despertó de su eterno letargo gracias
a un beso de los labios más ardientes de tu cuerpo.