Cuando la
tarde agoniza y los pétalos azules del recuerdo se abren entre la niebla, busco
tus ojos en la incipiente oscuridad mientras recito versos ya lejanos, como
aquellos que un día me hicieron creer de nuevo en lo imposible.
Cuando la
noche lo envuelve todo con su manto negro tejido de hilos siniestros,
busco tus añoradas facciones entre la gente que se cruza conmigo por la calle,
pero nadie eres tú.
Cuando el
aire de este frío noviembre se impregna de vulgares fragancias envasadas, busco
en las redomas del recuerdo el sutil
aroma de tu piel ardiente, trémula de besos tras la madrugada.
Y toda tú
me llegas a oleadas pero nítida y radiante, plena y sensual . Toda tú te me
entregas cuando vienes a mi triste silencio y me regalas tu hechicera sonrisa,
capaz de convertir en livianas cometas las piedras más pesadas del camino.
Y me traes
tu luz, brillante como el sol en el estío.
Y me llega
tu voz, agua fresca y serena, para regar con
ella los resecos arriates de mi alma.
Cuando la
tarde agoniza y el frío se apodera de mi cuerpo cansado de añorarte, es el
calor de tu dulce recuerdo, cada día más intenso, el que me arropa y me
transporta al increíble mundo de los sueños, el único lugar donde reina la paz,
la dicha y la armonía.