Cuando la noche del tedioso domingo me ahoga con su negro
manto de víspera siniestra, salgo a respirar vida.
Ya en la calle, me recibe un viento enfurecido que, como un dios poderoso de invisibles tentáculos, juega con las hojas muertas del parque elevando sus frágiles cadáveres hasta las mismas ramas que un día les dieron vida. Todo el parque es un reflejo exacto e invertido del paisaje otoñal de hace unos meses. Las copas de los árboles son ahora las hojas amarillas y rojizas que cubren todo el césped alrededor del tronco, mientras que las desnudas ramas parecen que clavaran sus extremos delgados en un cielo plomizo y ceniciento en busca de humedad, cual raíces sedientas.
Comienza a llover. Apenas se ve a nadie por las calles. Sólo de vez en cuando me cruzo con alguna pareja de jóvenes amantes que caminan abrazados bajo la frágil intimidad de un paraguas. Y al verlos, vuelven a mí los antiguos recuerdos, esos que se alojaron para siempre en el derstartalado hotel de mi alma voluble y soñadora. Llegan y se filtran a través de todas las heridas de la piel de mi espíritu. Y acuden en oleadas todas las sensaciones. Colores y palabras. Olores y suspiros. Y todo se me agolpa y me eleva hasta el vértice de una dimensión nueva, de un plano virtual donde los sueños embriagan, como el vino.
La noche huele a ti, a aquel perfume tuyo que anulaba mi débil voluntad. A nostalgias antiguas que regresan a mí con la fuerza imparable de un torrente sin cauce, sin destino posible…
Con las luces de un nuevo amanecer, vuelvo a casa. Conmigo regresa el dulce recuerdo de un amor que se quedó flotando para siempre en el aire dormido de mis noches en vela.
Enero,201...
Ya en la calle, me recibe un viento enfurecido que, como un dios poderoso de invisibles tentáculos, juega con las hojas muertas del parque elevando sus frágiles cadáveres hasta las mismas ramas que un día les dieron vida. Todo el parque es un reflejo exacto e invertido del paisaje otoñal de hace unos meses. Las copas de los árboles son ahora las hojas amarillas y rojizas que cubren todo el césped alrededor del tronco, mientras que las desnudas ramas parecen que clavaran sus extremos delgados en un cielo plomizo y ceniciento en busca de humedad, cual raíces sedientas.
Comienza a llover. Apenas se ve a nadie por las calles. Sólo de vez en cuando me cruzo con alguna pareja de jóvenes amantes que caminan abrazados bajo la frágil intimidad de un paraguas. Y al verlos, vuelven a mí los antiguos recuerdos, esos que se alojaron para siempre en el derstartalado hotel de mi alma voluble y soñadora. Llegan y se filtran a través de todas las heridas de la piel de mi espíritu. Y acuden en oleadas todas las sensaciones. Colores y palabras. Olores y suspiros. Y todo se me agolpa y me eleva hasta el vértice de una dimensión nueva, de un plano virtual donde los sueños embriagan, como el vino.
La noche huele a ti, a aquel perfume tuyo que anulaba mi débil voluntad. A nostalgias antiguas que regresan a mí con la fuerza imparable de un torrente sin cauce, sin destino posible…
Con las luces de un nuevo amanecer, vuelvo a casa. Conmigo regresa el dulce recuerdo de un amor que se quedó flotando para siempre en el aire dormido de mis noches en vela.
Enero,201...
Qué hermosa prosa, Joaquín. Siempre es un placer leerte. Gracias, amigo.
ResponderEliminarTanto tiempo sin leerte
ResponderEliminarbello todo lo que haces Un saludo siempre
desde Miami
Qué melancolía tan hermosa!!!
ResponderEliminarEstá muy bien escrita.
Hola querido amigo, hace mucho que no te veo por tu blog ,me alegra el reencuentro ,me gustan leer estas cartas que son costumbre tuya escribir y hacernos deleitar con sus textos.
ResponderEliminarQue sea de nuevo mas a menudo y yo también me animaré si cambia el tiempo y calor
abrazos
Vengo saltando de prosa en prosa, de la luz a un nocturno de lluvia y la impresión sigue siendo, excelente. Un gusto leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarMaravillosa prisa poética, Joaquín:
ResponderEliminarEsos jóvenes amantes que pasean y se fusionan con el paisaje son absolutamente encantadores.
Me gusta muchísimo cómo has finalizado el texto.
Enhorabuena por tanta belleza.
Un abrazo desde la poesía
Ana
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarProsa
ResponderEliminarQué buena excusa la lluvia para hacer un poema que nos trae la nostalgia de recuerdos gratos, como en un fresco, pero el más relevante el del amor, que no marchita el tiempo: "La noche huele a ti, a aquel perfume tuyo que anulaba mi débil voluntad. A nostalgias antiguas que regresan a mí con la fuerza imparable de un torrente sin cauce, sin destino posible…
ResponderEliminarCon las luces de un nuevo amanecer, vuelvo a casa. Conmigo regresa el dulce recuerdo de un amor que se quedó flotando para siempre en el aire dormido de mis noches en vela."
Un abrazo. Carlos
He vuelto a leer tu texto. Preciosoooo.
ResponderEliminarUn beso grande