Te fuiste
en primavera y ahora, en el verano, es tan viva la luz que anida en mi retina, que apenas te
recuerdo.
Pero sé
que, cuando lleguen los fríos del invierno, cuando la densa niebla cubra el
valle con su velo de gotas engarzadas, cuando la escarcha forme sobre los
charcos dormidos del sendero un mosaico de diáfanos cristales de carámbano, entonces,
sólo entonces...
...volveré
a ver tus ojos que me miran desde el suave fulgor de la mañana.
...volveré
a oír tu voz en mis oídos susurrándome bajito, muy bajito, dulces palabras de
amor.
...volveré
a ver tu cara en los espejos de la tarde, mientras la última luz juega a
esconderse tras las montañas azules de poniente.
Cuando los
troncos secos crepiten en mi solitaria chimenea.
Cuando los
fríos puñales del hielo de la noche cuelguen desde el alero del tejado, amenazando
con caer sobre los setos de las mustias caléndulas, entonces, sólo entonces...
...mi alma
se impregnará del terrible vacío que se dejó olvidado tu insoportable
ausencia.