Llueve torrencialmente sobre las
piedras milenarias de la ciudad dormida.
La luz de los focos que iluminan las fachadas palaciegas y las torres desmochadas, se ha vuelto de un color amarillo intenso. Se me antoja el aliento de espíritus inquietos torturados en los siglos más oscuros del medioevo.
Hay un misterio tal en el aire
acuoso de la noche, cuando la lluvia
empapa el alma de esta ciudad sedienta, que hasta el trasiego del escaso tráfico nocturno
parece amortiguarse.
Cada ráfaga de viento
huracanado pareciera golpear la placidez y el sueño de siglos de quietud de la
ciudad ausente. El cielo se anaranja por poniente.
Por el parque desierto, cruza
la sombra errante de un hombre solitario. Quizás vaya escapando del hastío
que supone vivir sin horizontes ni esperanzas. O tal vez sólo huya de su
propio destino.
Golpea furiosa la lluvia contra
los adoquines, arrastrando en su ira las pocas hojas muertas que quedaban
asidas a las ramas de los sufridos plátanos de sombra.
El cielo se desangra en agua
negra y el aire se satura de una humedad perversa que ataca la garganta de la
noche.
¡Qué monstruo inesperado puede
hacerse la lluvia cuando baja sedienta de torrentes!
Esta no es la misma lluvia que en
los postreros días de septiembre regaba suavemente los parterres donde las
margaritas y las rosas sonreían a un otoño- bebé, recién nacido.
Pasada la tormenta, la
ciudad solitaria retornará a dormir su sueño milenario de doncella
encantada.
Y, cuando asome el alba por
detrás de las torres, nos mostrará orgullosa su preciosa silueta de
pétrea desnudez recién bañada y perfumada con las más exquisitas y excitantes
fragancias traídas del último confín del universo .
El poema también ayuda para una buena crónica, en sus versos de una ciudad desmayada bajo la torrencial lluvia. Me encantan los epítetos, símiles y metáforas para afrontar desde connptación poética un suceso meteórico inesperado, capaz de actuar desde la figura de lo horrendo. Me encanta esa entrada psicológica, en esa persona solitaria, a la cual dilucidas entre sus sospechas, por andar bajo la lluvia. No sólo metaforizas, describes con altura poética esta lluvia negra, amenazando los sueños. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarGracias Carlos por tus simpre generosos cometarios también aquí,en este blog de prosa.la lluvia siempre me fascinó,tal vez porque vivo en una tierra seca. Y siempre me inspiró poemas acuosos que compartir con amigos como tú.
EliminarFuerte abrazo.
Yo tengo ganas de que ruja la lluvia y que no pare...
ResponderEliminarSi puede ser con truenos, relámpagos, rayos y viento desquiciado.
Ya estoy cansado de tanto "buen tiempo".
Es cierto Toro,nos gusta la variedad y hímos de la monotonía.
EliminarUna buena tormenta de vez en cuando lava nuestro aburrimiento y nuestras fobias.
Gracias por pasarte.
Sumamnte bello el relato, como dice carlos ,has sabido encontrar las metáforas, misterio y belleza dotándo el texto con interesantes imágenes
ResponderEliminarMe ha gustado muchisimo
Un abrazo
Muchas gracias, Stella. Me alegra saber que te gustó.
EliminarAbrazo, amiga.
mE HE QUEDADO SIN COMENTARIO
ResponderEliminarUn placer recalar aqui.
ResponderEliminarGracias por tu seguimiento. Saludos.
Eliminar¡Excelente publicación! Me gustó tu análisis reflexivo. Sigue escribiendo, ¡tienes talento para ello!
ResponderEliminarGracias. Saludos.
EliminarPrecioso texto.Felicitaciones!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Menta. Saludos.
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